El único medio público federal que hasta la fecha había podido mantenerse al margen de las imposiciones oficiales era Radio Educación. Hubo varios intentos durante las administraciones del PRI por convertir la estación en un vocero más del gobierno. Sus trabajadores, agrupados en un sindicato democrático, las frenaron. Y su labor fue más allá: al amparo de la Secretaría de Educación mantuvieron cierta independencia del poder. Los informativos se caracterizaron por dar noticias equilibradas, buscando la versión de ambas partes, entrevistando a todos los actores. La sección internacional se vio enriquecida por corresponsales, primero mexicanos y luego, mediante convenios, con periodistas de otras radios culturales del mundo, y en especial de América Latina.
La crítica política tuvo su lugar, un espacio libre, incluso durante la administración de Vicente Fox.
Los embates se sucedieron a lo largo de los sexenios, disminuyendo en la medida en que la emisora se quedó en AM, una frecuencia con cada vez menos radioescuchas. De cierta manera, la radio se refugió en un estilo para un cierto público, fiel porque encontraba en ella satisfacción a sus requerimientos informativos, de entretenimiento y de cultura. Mantuvo a raya los anuncios. Si bien la emisora no carecía de avisos, se daban en voz de los locutores, quienes en ciertos horarios leían las promociones de distintas dependencias gubernamentales. Tal procedimiento evitaba el brusco cambio de tono que se da naturalmente en las emisoras comerciales. Durante la gestión de Héctor Murillo Cruz, se hizo el intento de incluir anuncios estatales grabados, éste no fructificó y hubo de volver al de promocionales leídos en cabina.
Hoy, el llamado “oasis del cuadrante” ha sucumbido ante la mezquindad de una política que se niega a respetar ningún medio en el cual pueda tener injerencia. Radio Educación pone al aire los mismos spots de la Secretaría de Marina, del Ejército, de la Secretaría de Salud, de Educación, del IFAI, entre otros, que se escuchan en emisoras mercantiles. Al término del mensaje se oye a toda prisa la frase que dice más o menos lo siguiente: “Este mensaje habla de un servicio que no puede ser usado con fines partidistas”. Un cínico contrasentido, pues, ¿de qué otra manera ha de entenderse el autoelogio del gobierno todos los días en radio y televisión?
Los mensajes están grabados en voces ajenas a la emisora, en una tesitura que choca con la pausada y tersa locución a la cual estamos acostumbrados. Una agresión al oyente y por supuesto al trabajo de muchos años de un grupo de profesionales, con salarios muy bajos, que se ha batido para mantener a flote, por lo menos, ese pequeño “oasis” en un cuadrante que atosiga con gritos, mentiras y sombrerazos a una paciente audiencia que aprendió a tolerarlo todo.
Lo que sigue es que les pidan a los productores que consigan patrocinadores, pues de otra manera sus programas saldrán del aire. Y que se sometan a la dictadura del rating. Escucharemos una Radio Educación cual Rancherita del Cuadrante o la Quebuena.
Ni con la excusa de que generan ingresos, los anuncios en Radio Educación podrán adquirir legitimidad. En tanto que permiso, XEEP no puede vender su tiempo. Disfrazará de patrocinio lo que en realidad es pasar por encima de la ley. En cualquier caso, habrá que lamentar la incapacidad de la directora actual, Virginia Bello, para aguantar las presiones. Y la de Josefina Vázquez Mota, secretaria de Educación, para evitar que una emisora bajo la égida de su ramo y en funciones educativas sea tomada por asalto desde las atalayas de los intereses políticos.
Todavía hay tiempo de dar marcha atrás. Es una medida que puede revertirse ahora que apenas comienza. Si se la deja avanzar, no habrá remedio. Un espacio más le habrá sido secuestrado a la sociedad.
La crítica política tuvo su lugar, un espacio libre, incluso durante la administración de Vicente Fox.
Los embates se sucedieron a lo largo de los sexenios, disminuyendo en la medida en que la emisora se quedó en AM, una frecuencia con cada vez menos radioescuchas. De cierta manera, la radio se refugió en un estilo para un cierto público, fiel porque encontraba en ella satisfacción a sus requerimientos informativos, de entretenimiento y de cultura. Mantuvo a raya los anuncios. Si bien la emisora no carecía de avisos, se daban en voz de los locutores, quienes en ciertos horarios leían las promociones de distintas dependencias gubernamentales. Tal procedimiento evitaba el brusco cambio de tono que se da naturalmente en las emisoras comerciales. Durante la gestión de Héctor Murillo Cruz, se hizo el intento de incluir anuncios estatales grabados, éste no fructificó y hubo de volver al de promocionales leídos en cabina.
Hoy, el llamado “oasis del cuadrante” ha sucumbido ante la mezquindad de una política que se niega a respetar ningún medio en el cual pueda tener injerencia. Radio Educación pone al aire los mismos spots de la Secretaría de Marina, del Ejército, de la Secretaría de Salud, de Educación, del IFAI, entre otros, que se escuchan en emisoras mercantiles. Al término del mensaje se oye a toda prisa la frase que dice más o menos lo siguiente: “Este mensaje habla de un servicio que no puede ser usado con fines partidistas”. Un cínico contrasentido, pues, ¿de qué otra manera ha de entenderse el autoelogio del gobierno todos los días en radio y televisión?
Los mensajes están grabados en voces ajenas a la emisora, en una tesitura que choca con la pausada y tersa locución a la cual estamos acostumbrados. Una agresión al oyente y por supuesto al trabajo de muchos años de un grupo de profesionales, con salarios muy bajos, que se ha batido para mantener a flote, por lo menos, ese pequeño “oasis” en un cuadrante que atosiga con gritos, mentiras y sombrerazos a una paciente audiencia que aprendió a tolerarlo todo.
Lo que sigue es que les pidan a los productores que consigan patrocinadores, pues de otra manera sus programas saldrán del aire. Y que se sometan a la dictadura del rating. Escucharemos una Radio Educación cual Rancherita del Cuadrante o la Quebuena.
Ni con la excusa de que generan ingresos, los anuncios en Radio Educación podrán adquirir legitimidad. En tanto que permiso, XEEP no puede vender su tiempo. Disfrazará de patrocinio lo que en realidad es pasar por encima de la ley. En cualquier caso, habrá que lamentar la incapacidad de la directora actual, Virginia Bello, para aguantar las presiones. Y la de Josefina Vázquez Mota, secretaria de Educación, para evitar que una emisora bajo la égida de su ramo y en funciones educativas sea tomada por asalto desde las atalayas de los intereses políticos.
Todavía hay tiempo de dar marcha atrás. Es una medida que puede revertirse ahora que apenas comienza. Si se la deja avanzar, no habrá remedio. Un espacio más le habrá sido secuestrado a la sociedad.
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